Hay un punto fundamentalmente importante que debe ser ampliamente entendido y aceptado si se quiere preservar la vida silvestre del mundo. Además de las frías razones prácticas para preservar especies, debemos aprender a apreciar la vida silvestre por su valor intrínseco, respetar su derecho a existir y tener una preocupación humana por la supervivencia de especies enteras.

En América del Norte, la importancia histórica de los animales salvajes ha sido sostenida por leyes arraigadas en la premisa de que la vida silvestre no puede ser propiedad de las personas, sino que el gobierno la mantiene en fideicomiso para el beneficio de todos los ciudadanos y las generaciones futuras.

Para que la Doctrina del Fideicomiso Público sea una herramienta eficaz para la conservación de la vida silvestre, el público debe comprender que los animales salvajes, independientemente de la propiedad en la que se encuentren, pertenecen a todos. Además, el gobierno, como fideicomisario, debe ser legalmente responsable de preservar la vida silvestre en beneficio de las generaciones presentes y futuras... en esencia, prevenir su peligro.

En las próximas décadas, ¿los gobiernos preservarán la biodiversidad para las generaciones futuras? ¿La vida silvestre seguirá siendo salvaje? Las respuestas a estas preguntas dependerán significativamente de la conciencia de las personas sobre su responsabilidad compartida de ser una voz para ello.